sábado, 18 de agosto de 2012

Antofagasta


Miro hacia el horizonte y observo un paisaje jamás visto. Presencio una amplitud, una lejanía; esos colores y tonos cafés son tan diferentes, tan novedosos, que llegan a despertar una agradable sensación inquietante en mí.

Observo a lo lejos las casitas de colores en los cerros y como detrás de ellas la mirada se pierde entre las montañas.

El tiempo se ve avanzar lento, casi como si no pasara, estiro mi mano y pareciera que tocara la tierra que a miles de metros se siente a mi lado. 

Reflexiono sobre nuestra profunda conexión con lo que nos rodea, como la enorme energía de esta desértica tierra nos va llenando, nos va enseñando y transmitiendo su calma, pasividad y magnificencia. 

Como a través de su presencia me hace sentir estar más cerca del cielo, de lo divino y puro. Como finalmente tal cual me decía un amigo de este lugar, acá más que nunca la tierra nos recuerda que está viva. Si VIVA, ella y sólo ella, sin nada más que sus colores, formas y texturas. Ella y sólo ella completamente transparente, pura y verdadera.

Mauricio

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