Miro hacia el horizonte y observo un paisaje jamás visto.
Presencio una amplitud, una lejanía; esos colores y tonos cafés son tan
diferentes, tan novedosos, que llegan a despertar una agradable sensación
inquietante en mí.
Observo a lo lejos las casitas de colores en los cerros y
como detrás de ellas la mirada se pierde entre las montañas.
El tiempo se ve avanzar lento, casi como si no pasara, estiro
mi mano y pareciera que tocara la tierra que a miles de metros se siente a mi
lado.
Reflexiono sobre nuestra profunda conexión con lo que nos
rodea, como la enorme energía de esta desértica tierra nos va llenando, nos va
enseñando y transmitiendo su calma, pasividad y magnificencia.
Como a través de
su presencia me hace sentir estar más cerca del cielo, de lo divino y puro.
Como finalmente tal cual me decía un amigo de este lugar, acá más que nunca la
tierra nos recuerda que está viva. Si VIVA,
ella y sólo ella, sin nada más que sus colores, formas y texturas. Ella y
sólo ella completamente transparente, pura y verdadera.
Mauricio
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